Desde niña tuve una gran fantasía: ser viajera, trotamundos. Una idea que surge tal vez del modo de vivir nómada de mis abuelos maternos, sin entender, sino hasta después, que esto era consecuencia de una necesidad y no una elección; otra, la literatura, leer desde pequeña Los viajes de Marco Polo, Moby Dick o todo esa “errancia” de aquellos personajes de la biblia poblaron mi mente de esa fantasía, viajar. Y entonces empecé a viajar, no turistear, si no “el viaje”, hasta que después de algún quiebre emocional en algún lugar de Latinoamérica entendí que tal vez no tenía la madera emocional para ser viajera y comprendí que la tesis del viajero vs el turista, que plantea Keoruac en On the road, es eso inevitable que ocurre ahí, ese turista, el voyeur que entra a un mundo ajeno, que se hace evidente, en parte por la limitante del lenguaje; y que tal vez Bruce Chatwin en todas sus crónicas o incluso Cousteau mezclaban quizá estos planos, el viaje contado a partir de lo que vives y otro de lo que ficcionalizas.
Un día, buscando imágenes en Instagram descubrí o encontré una cuenta con fotos de viajes, no de la selfie arriba de una pirámide, o esquiando en Bale, o en la hamaca en Mazunte o en Bali, sino algo que parecía un viaje, de esos que tanto imaginé y todavía anhelo. Revisé y vi todas sus entradas, y descubrí que yo lo conocía (años atrás en un curso de literatura) y recordaba que era diseñador y fotógrafo: Antonio Gallardo. Seguí su cuenta y después entré a su Journal (o bitácora) entonces, enganchada con sus fotos de Azerbaiyán, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán, Tayikistán, Kirguistán, Kazajistán, India, Myanmar, Tailandia, Filipinas, en un viaje que realizó con Emmanuel Díaz y que continuó solo por Hong Kong, Corea del Sur, Japón, Alemania, Suiza, Francia, España, Portugal… no tuve opción más que contactarlo y platicar un poco con él sobre sus procesos y de esto que pasa hoy, viajar y compartir lo instantáneo del viaje.
J: ¿Cuándo empezaste a hacer este journal, cuando empezó tu primer viaje o cómo fue?
T: Pues, subía fotos en Instagram… un amigo lo vio y me dijo que abriera un blog o un Tumblr “para saber por dónde vas”, decía. A mí no me interesaba, pues no viajaba con computadora; finalmente abrí un Tumblr y quedó con pocas fotos. Hay gente que insiste en que busqué patrocinadores y abrí el blog pensando en esto, pero tampoco le eché tantas ganas. Hubo dos oportunidades de patrocinadores uno con una compañía inglesa, que ya no dio tiempo, y otro con una estadounidense, pero el equipo nunca se pudo sacar de la aduana y ahí quedó.
J: Una de las citas que aparece en tu journal es, “soy turista aunque a veces no me guste”, sospecho que tienes una postura en torno a esto, a ser el viajero o el turista.
T: Sí, tengo una lucha interna con esto, por ejemplo, la idea de no ir a ciertos lugares porque son muy turísticos… De dejar de hacer cosas que hacen los turistas, sí, por no ser uno de ellos, por ejemplo, Bagan en Myanmar, es muy turístico y viniendo desde el Norte ya no se te antoja ver más pagodas, pero por otro lado deseas ver cómo es y vas, y lo haces. Tampoco puedes comparar, no comparar es el principio, si no pensar a dónde quieres ir, no hacer lo que otros digan.
J: ¿Tus viajes tienen sentido o es el placer de hacerlo?
T: Sí es el placer, decidí empezar en Irán pues en el viaje anterior eso es lo que quería hacer… también me pasa que me apasiona la historia, pero es hasta que estoy ahí que empiezo a ver, a investigar, me gusta llegar a un lugar y ver qué está pasando en el momento y lo que ocurrió en el pasado, pero es sólo hasta que llego. Alguna vez alguien me criticó, rifé una foto para acabar de juntar el ahorro, y alguien dijo algo como: “otro viajero que comparte fotos sin fundamentos históricos”, y yo pensé pues sí, yo llegó ahí y a partir de ahí, de eso, de lo que está pasando es que aprendo y te enteras de cosas que quizá de otro modo no sabrías.
J: Pues así descubrieron o se dieron cuenta que ahí estaba esa tierra que le pusieron América, no estaba planeado.
T: Sí, y también la cuestión de los caminos, no llevo un plan de viaje, ni listas de lo que quiero visitar o lugares para comer nada de eso; no planeo.
J: ¿Tampoco planeas la ruta?
T: No exactamente, solo sé a dónde voy. Esta última vez sabía que arrancaría en Azerbaiyán y que quería llegar a Kazajistán, creí que por el frío no llegaríamos, pero finalmente lo logramos. Yo quería ir a Irán y a Asia central, a los países ex soviéticos y terminando esa parte le dije a mi amigo Emmanuel, mi compañero de viaje, “te toca elegir”, y fue una decisión de las últimas dos semanas que nos llevó a tomar un avión a India.
J: ¿Cómo te mantienes durante los proyectos y cómo lo financias?
T: Cómo el viaje anterior se quedó a la mitad, pues use esos ahorros. Ya estaba consciente que me iba a ir, así que me limitaba. Llegué en Agosto de Turquía y justo fue que tembló el 19 de septiembre, estuve de septiembre a agosto, en el inter fui a la Baja, entonces antes de salir, ahorro, por ejemplo, de enero a marzo me salió una chamba grande de diseño y con eso junté.
J: ¿Y cuándo vuelves no tienes dificultad para encontrar trabajo, y esos temas?
T: Por suerte no, he logrado tener trabajos, clientes aunque no sean fijos, y cuando me voy lo remito a alguien aunque sé que al volver todo puede cambiar. Cuando volví de Turquía trabajé en una revista y luego quedó en pausa. Pero, por ejemplo, a Emanuel mi amigo y compañero de viaje que es chef, para él sí ha sido difícil regresar e incorporarse fácilmente a un trabajo.
J: Sospecho que conforme vas creciendo se vuelve más difícil trabajar, de freelance o como sea…
T: Creo que eso le pasa a mucha gente que luego no quiere moverse por temor a perder el trabajo, la estabilidad. Yo a todos les decía, si quieres trabajar vas a encontrar trabajo, aunque me doy cuenta de que he tenido suerte en ese sentido y quizá habló desde ahí.
J: ¿En tus viajes no está o ha estado la idea de quedarte, y trabajar en donde estés?
T: Iba abierto a hacerlo, pero, por ejemplo, en Kazajistán huimos del frío terrible hacia la India, y luego nos fuimos Myanmar, Tailandia y aquí sí puedes trabajar en un hostal, pero no era algo que quería hacer. Quería estar en un trabajo de campo, pero no se me cruzó. Con pasaporte europeo es más fácil hacer cosas así vi a varios viajeros que lo hacían, como latino, es más planeación, visas, permisos, etc.… y legalmente no se puede y trabajar en hostales no me interesa.
J: ¿Cuándo decides que el viaje terminó?
T: Lo que sabía es que viajaría durante un año, ese era mi objetivo. Mi amigo Emmanuel se regresó y yo ya no sabía a dónde ir, me fui a Corea porque era el país que estaba más cerca. De Japón iba ir a Australia, pero no me dieron la visa, por ser mexicano, el trámite era enorme. De México a Australia es más fácil que te la den, pero no desde Japón. Entonces, ya que me dijeron que no, estuve tres semanas más en Japón y de ahí volé a Alemania y fui a los países de Europa que no conocía (Francia, Suiza, España y Portugal) pensado en cumplir el año.
J: Entonces tus decisiones las tomas en el camino… y no te ha pasado que llega un momento en que te quemas, te agotas, y dices, ¡ya está, me regresó!
T: No, en este viaje no me pasó. Completé el año que era mi objetivo. Un año veinte días. Solo en una ocasión en Turquía es en donde me sentí más solo. Por diversas razones de amor, digamos, mi mente estaba aquí, en México. Turquía es muy linda, pero también tiene partes áridas, las carreteras, recuerdo que fui a Capadocia y no lo pude disfrutar…
J: ¿Entonces si hay un estado mental necesario para estar en el viaje, si no ocurre lo que le pasa a muchas personas? ¿Te regresaste?
T: Sí, porqué además yo ya no sabía si iba a regresar o no, lo que seguía era sacar la visa para Irán, pasó que a 200 kilómetros de la carretera estaba todo cerrado, un letrero en turco decía “no pasar”, pero yo pensé ¡sí paso!, un local me decía que no lo hiciera, “te van a matar, hay fuego cruzado de militares y terroristas”, nunca estuve en riesgo, según yo detectaron una célula terrorista, es común que en esos lugares haya células y ahí los reclutan, pero no operan ahí. Nunca supe bien qué pasó. Entonces, yo tenía que dar una vuelta que era 600 km y mi visa turca ya se acababa y decidí: me regresó a México.
J; ¿Tienes o cargas con un amuleto o algo parecido?
T: Pues tengo un mini telescopio, un monocular, funciona, pero en realidad no puedes ver muy lejos, nunca lo he usado, pero viaja conmigo siempre, también llevó una armónica pero no la toco mucho. En este último viaje, cuando se fue Emmanuel puse un pin de un zorro y bromeaba: “ya se fue mi cuate ahora voy con este otro”.
J: ¿Has tenido alguna mala experiencia?
T: En Irán un tipo nos timó, muy elaborado, fue amable, y nos paseaba, pero a la hora de cambiarnos dinero nos robó nos dio un cambio altísimo. Además en Irán no hay cajeros y tienes que administrarte bien y cuidar tu dinero. Por una comunidad de ciclistas viajeros supe que le había hecho lo mismo y muchos se negaban a reconocerlo.
J: ¿Es una comunidad grande de bicicleteros, viajeros?
T: Sí es como el couch surfing para puras bicis, se llama Warm Showers, aunque los que ofrecen sus casas no son necesariamente ciclistas.
J: ¿Y extrañas, acá, México, amigos, cosas? ¿Y cuándo estás acá te quieres ir?
T: Sí, pero en un buen sentido. De repente se me antojan cosas, pero nunca desde el “ya me quiero ir”. Cuando estoy acá no siempre me quiero ir, ahora estoy bien.
J: ¿Y el frío?, en una de tus entradas aparece que jugó en contra de ustedes de una manera poco, poco amigable y que mencionaste antes… ¿cómo es estar ahí?
T: El camping más frío fue en Tayikistán, entre Alichur y Murghab. A las 3:00 PM el viento empezó a soplar, helado, gélido, serían las 2:00 y empezamos a buscar un lugar para dormir, buscamos cualquier barrera contra el viento, después de media hora y en un desnivel que apenas nos cubría pusimos una tienda de campaña (normalmente cada quién usaba la suya) pero teníamos que aprovechar nuestra fuente de calor. Además no pudimos proveernos de víveres suficientes, y en esas temperaturas no dan muchas ganas de cocinar, habremos cenado unas cucharadas de crema de cacahuate y un trago de whisky, oímos varios discos completos, yo leí un par de horas. Recuerdo no haber podido dormir por el frío, sobre todo en los pies. A la mañana siguiente las bicicletas estaban cubiertas por un capa de hielo, salí a hacer unas fotos del amanecer y apenas pude presionar el obturador. El agua estaba congelada, tuvimos que derretirla al fuego, otros viajeros nos habían regalado polenta, también hicimos café. No cargamos con termómetro pero creemos que fueron -20º C Habremos tenido otro par entre -10 y -15; pero ese fue el más frío y memorable. Nos faltaban como 72 kilómetros de montaña, no sabíamos si habría albergues abiertos, entonces tomamos un jeep que nos cruzó la frontera de Tayikistán, tierra de nadie, Kirguistán y luego llegamos a Osh, y ahí fue que Emmanuel decidió que era su tiempo de volver.
J: Una experiencia extrema sí parece una buena razón para volver, terminar, curiosamente, pareciera que cuando viajas más cómodo te vuelves más temeroso así es que lo que “no salga bien” te asuste y te dan ganas de volver a tu casa.
T: Sí eso también pasa y está lo de la “vibra”; Emmanuel decía “sirve tener miedo para ser cuidadoso”, yo le decía: “no, una cosa es tener precaución otra tener miedo, si tenemos miedo no la vamos a pasar bien, mejor no hay que hablar de eso… si estás pensando que el jugo que tomaste en la India te va a caer mal eso va a pasar” y él, “no, pues si eso sucede es porque tenía una bacteria”. Esas eran algunas de nuestras discusiones.
Al principio me llegó a pasar que se me rompían los rayos de la bici y es rarísimo que eso suceda, rompí 10. Y no había razón real para que esto pasara. Entonces decidí cargar suficientes refacciones, iba preparado para cambiar uno a la semana y así fue que dejé preocuparme y dejó de suceder.
J: ¿El viaje implica desapego total? ¿Desapego hacia los dos lados, hacia lo que te gusta cuando viajas o lo que está acá?
T: Pues no puedes comprar cosas entonces debes estar a dispuesto a dejar pasar aquello que te gusta. Y sí, desapego del trabajo, por ejemplo, nunca he puesto un estudio por eso, y del otro lado, en el viaje, pues en alguna casa me invitaron a quedarme más tiempo y la estaba pasando bien, pero sabes que no puedes quedarte mucho, tampoco me he enamorado de un lugar digamos, o de gente interesante para quedarme.
J: Pienso o sospecho que el viaje te vuelve menos neurótico pero quizá es mi impresión.
T: Sí, bueno, cuando pierdes cosas pues, por ejemplo, aquí puedes recuperarlo si pierdes algo lo puedes remplazar, allá si lo pierdes dices ya, se perdió, no sirve pensar “y si hubiera, si lo hubiera guardado o puesto acá”, simplemente lo aceptas y ya.
J: ¿Y esto se vuelve a una forma de vida? ¿Cuándo llegas acá te conviertes en alguien más o alguien que ya eras, alguien distinto al del viaje?
T: Hay cosas que se quedan, te vuelves menos consumista, aunque por otro lado piensas, aquí sí me puedo dar ciertos lujos. Hay cosas que sí he cambiado, por ejemplo, del lado ecológico después de la India, sí hice cambios; o la comida, por ejemplo, evito comer muchas harinas, en el viaje puedes vivir sin eso, acá también.
J: ¿Alguna vez consideraste no usar solo el teléfono, todo lo que está ahí para viaje, algo, no sé, mapas?
T: Me encantan los mapas impresos, pero sí hay manera de tener el camino en pantalla, con datos de altimetría, rutas alternativas y demás detalles. Me parece difícil ignorar la tecnología y quedarme con un mapa de papel, sumémosle que cada vez es más difícil encontrar fácilmente mapas impresos de ciertas partes del mundo. Hoy no se puede viajar como viajaba alguien hace 30 años, porque esa tecnología hoy ya no existe, es solo perder horas buscando mapas que ya no hay.
J: ¿Y aquí en dónde queda Instagram, el que estés conectado, publicando tus viajes? Por un lado está la visión romántica de aquel viaje sin lo digital, por otro esta está cosa de ir compartiendo, de estar conectado siempre…
T: Nunca lo hice al instante, lo hacía días o semanas después. Estar desconectado, tiene su encanto, dicen que es el nuevo lujo. Y a veces sólo la montaña me permitió alejarme de eso; aun así, tenga o no conexión me cuesta trabajo compartir tanto mis relatos como mis fotografías instantáneamente. Me gusta procesar lo que voy viviendo y pensar cómo voy a contar la historia y eso lleva tiempo. También, siempre he pensado que todas las fotos necesitan un revelado, las capturas sin tratamiento rara vez son fieles a lo que ven tus ojos.
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