Una artista visual cuelga en la red un anuncio: Busca hombres para tener sexo con ellos y grabar una pieza que será presentada en una galería. Este extraño experimento artístico se encuentra en el centro de Tanuki y las ranas del escritor, editor y artista visual mexicano César Cortés Vega. Este extraño (y perturbador) ensayo artístico desatará una historia en donde varios extraños personajes se intersectarán a lo largo de esta nouvelle, en la que se cuestionan ideas como el amor y el sexo, contextualizadas dentro del circuito del arte contemporáneo.
César Cortés Vega es autor de libros como: Poetas esclavos, Máquinas soberanas (Centro de Cultura Digital, 2017) Arx Poética (Proyecto Literal, 2017) Abandona Sicilia (Amphibia Editorial) o Revén (Premio Interamericano de Poesía Navachiste, 2012) y ha fundado las publicaciones Ágora Speed y Cinocéfalo. Como artista visual, ha expuesto obra en España, Ecuador, Irlanda, Japón y Dinamarca.
Tanuki y las ranas, publicada bajo el sello de la editorial mexicana Librosampleados, es una novela disímbola y peligrosa que utiliza la imagen de los “Tanukis”, seres extraños cercanos o parecidos a los mapaches, dentro de la mitología japonesa, con enormes testículos y con poderes extraños, como el de desaparecer de la mirada de los humanos que se crucen con ellos en los bosques. Seres cuyos poderes también nos hablan del sexo.
El Tanuki es utilizado por Cortés Vega para enunciarnos el poder que el sexo puede ejercer sobre nosotros, seres profundamente dominados por la mirada, el deseo y la carne. Seres del siglo XXI que creemos conocerlo todo, entenderlo todo, pero que no somos aún capaces de entender el misterio que oculta el sexo, la carne que se encuentra, se deforma, se deconstruye a partir de las caricias salvajes del acto sexual. ¿Qué esperamos al vernos en una grabación de vídeo? ¿Qué espera el protagonista de la novela al contestar la invitación de una artista visual para participar en un proyecto, en dónde lo que importa es el sexo puro y duro, el sexo descarnado?
La historia se desarrolla palmo a palmo, de una manera contenida. Los lectores sabemos cuál es la anécdota, pero no sabemos hacia dónde nos llevará ésta: ¿hacia el final del proyecto? ¿Hacia un vídeo que “proyecte” justamente eso: cuerpos alienados, que se contorsionan, que parecen gozar, que se entremezclan? ¿Ese es el final del proyecto?
Lo que vemos en la historia es algo menos descarnado, pero no por eso menos intenso. Escuchamos al protagonista (A uno de ellos, por lo menos), hablar con la artista sobre las respuestas, los vídeos y lo que ella espera, pero al mismo tiempo, somos observadores de los resultados parciales de este proyecto junto al editor del vídeo que mientras trabaja se pregunta sobre las conexiones sentimentales y sociológicas que este vídeo podría despertar en la sociedad. Mientras éste trabaja en la conexión de las imágenes, leemos cómo crecen sus dudas, sus preguntas y sus sentimientos se van conectando cada vez más con la protagonista del proyecto, esta mujer a la que solo conocemos a través de las miradas de los otros, de las preguntas, de las dudas, de las conexiones que estos dos hombres, a los que solo los liga la imagen, van desnudando de ella.
Una mujer, una artista, que tiene que someterse a una operación de cadera, para la cual necesita el dinero, que tal vez vendiendo la pieza a una galería, pueda conseguir. Una mujer que tiene miedo, que sabe que posiblemente esta operación resulte mal y nunca más pueda volver a caminar. O peor aún: nunca más pueda volver a tener sexo con nadie.
En esta novela hay una profunda disquisición sobre el cuerpo, su materialidad, sus límites y su placer, pero también sobre su construcción simbólica. ¿La imagen sustituye al cuerpo? ¿Los gemidos fingidos sustituyen el placer? ¿Qué es nuestro cuerpo? ¿Una imagen? ¿Carne? ¿Fluidos, excrecencias? ¿Cómo se construye nuestro cuerpo? ¿A través de la mirada del otro? ¿Del deseo del otro?
Hemos construido una sociedad en donde el placer es el centro de todo, somos hedonistas, una sociedad en donde el sexo ocupa mucho de nuestro tiempo. Su búsqueda. Nos medimos a partir de cuánto sexo conseguimos, cuánto sexo somos capaces de alcanzar, pero qué pasa cuando el sexo se convierte en algo más utilitario como una pieza de arte. Qué pasa cuando el sexo, nuestro sexo, nuestro cuerpo, se convierte en una imagen difuminada en una pantalla. ¿Somos nuestro cuerpo? ¿Nuestro cuerpo es nuestra identidad? Sí esto es así: ¿Qué pasa cuando nuestro cuerpo, nuestra piel, aparece entremezclada con otros cuerpos, con otras pieles? ¿Qué pasa cuando nuestros cuerpos dejan de ser para formar parte de un amasijo de pieles y de cuerpos? Tal vez dejamos de ser, pero es que tal vez la búsqueda de placer nos está convirtiendo en algo así, en algo que ha dejado de ser, que ha perdido su individualidad.
El arte contemporáneo es el escenario que Cortés Vega elige para desarrollar todo este cúmulo de preguntas. Un escenario, un contexto que él conoce muy bien, y en el que las preguntas, los cuestionamientos y las dudas sobre el mundo contemporáneo y sus relaciones, encuentran un terreno fértil. Sin embargo, Cortés Vega también cuestiona la salud de este escenario, un terreno fértil para la duda, pero también para el engaño, para la generación de imágenes vacías, desarticuladas.
Tanuki y las ranas juega así con los posibles escenarios, con las posibles imágenes, pero sobre todo, con las posibilidades del deseo y el desengaño que éstas pueden traer consigo. Todo es una imagen. Le hemos otorgado demasiado poder a éstas y al deseo. Los dos engañan, los dos mienten, los dos pueden ayudarte a desaparecer, a ocultarte la realidad. Justo como lo hacen los Tanukis en los bosques japoneses, en donde nada parece ser lo que es, justo como en los bosques de imágenes que hemos ido construyendo en nuestra civilización occidental, cada vez más mediática y cada vez más vacía.
Cesar Cortés Vega, Tanuki y las ranas, Editorial Librosampleados, 2016.
Javier Moro Hernández