Fade in a blancos
Al espíritu de época lo vacía el blanqueamiento. Blanqueamiento en tiempo real de la historia y los movimientos históricos; blanqueamiento de toda energía libidinal de revuelta; blanqueamiento de los desaparecidos políticos o sociales; blanqueamiento de los damnificados por las catástrofes sociales y naturales; blanqueamiento del dinero negro y la explotación en los paraísos fiscales; blanqueamiento del despojo inmobiliario a través de los proyectos de reconstrucción urbana; blanqueamiento de la corrupción política en frentes partidistas, candidatos independientes y políticos de la esperanza inmovilizada; blanqueamiento del lenguaje para desaparecer las consignas rebeldes. Blanqueamiento emocional y simbólico de los individuos y las comunidades humanas. En suma, el blanqueamiento disuelve de manera desaforada, a la velocidad del tiempo real y la saturación informacional, las mentes y cuerpos que buscan vivir ahora en medio de su sobre-exposición a la luz de las pantallas.
De la “blanquitud” al blanqueamiento por múltiple despojo
En su Imágenes de la blanquitud el filósofo ecuatoriano Bolívar Echeverría plantea que: “la blanquitud –que no la blancura- es la consistencia identitaria pseudoconcreta destinada a llenar la ausencia de concreción real que caracteriza a la identidad adjudicada al ser humano por la modernidad establecida”[1]. La “blanquitud” remite a la identificación de los individuos con el ethos del arquetipo de hombre que propone el capitalismo contemporáneo; éste es el hombre-emprendedor de sí mismo que se debe a su majestad el mercado. Que sin ataduras morales en plena libertad de mercado opera estrategias de beneficio monetario; tal y como lo hacen los especuladores políticos, financieros e inmobiliarios, como el CEO de la película El Capital de Costa Gavras (2012), operador del despojo de empleos, capitales y propiedades.
La “blanquitud” obedece a la petición de una forma determinada de comportamiento que la vida económica del actual capitalismo exige de los seres vivos que nacen, se desarrollan, se reproducen y aspiran a ser inmortales en los territorios globalizados. En ellos la “blanquitud” se expresa como una ética de la competencia en la sociedad del rendimiento; un todos contra todos manifiesto en las últimas semanas en albergues y las ruinas producidas por el terremoto del 19 de septiembre, en donde la solidaridad que “caracterizaba al pueblo mexicano” fue substituida por el robo hormiga, la emergencia de falsos afectados, la sustitución de identidades, la clonación de tarjetas de ayuda, la violencia para imponer la postura en defensa de la propiedad de la vivienda individual, entre otras conductas manifiestas del sálvese quien pueda. El reino del “free raider” protagonizado por damnificados sin techo.
Conductas que corresponden tanto al comportamiento depredador de la clase política que ha capturado las instituciones estatales como de los dueños del capital; comportamiento colonizador e individualismo inmoral, traducido en la vida cotidiana en el cuidado de una apariencia física del cuerpo, en las prácticas del consumo de productos orgánicos o vintage, así como en la obediencia a toda política de sustentabilidad emanada de las instituciones del gobierno global. Esa “blanquitud blanqueante” ordena a los antiguos ciudadanos transformados en consumidores perennes asumir una vida higiénica, sostenible y ordenada, premisas del capitalismo resiliente que invita tomar refrescos tradicionales y sin azúcar.
Estos primeros rasgos del arquetipo antropológico de hombre en el hetero-totalitarismo capitalista se complementan con la práctica de un lenguaje apropiado en donde las palabras ríspidas –conflicto, democracia directa, derechos laborales, clases sociales, explotación, damnificados entre otras- desaparecen para ceder su lugar a palabras del consenso, el acuerdo, la negociación, afectado, el mercado, área de oportunidades, gobernanza. Palabras políticamente correctas, pero sobretodo significados que ceden su lugar a la posibilidad discreta de la actitud del hombre blanqueado que ya no sabe decir NO. La mirada de este hombre blanqueado, así como su mesura y la compostura de sus gestos y movimientos, configuran la sombra blanqueada del arquetipo antropológico del ser hetero-totalitario. Podemos llamar “blanquitud” a la visibilidad de la ética capitalista en tanto que está sobredeterminada por la blancura racial, en ese sentido no hay mucha diferencia entre Donald Trump, Hillary Clinton, Angela Merkel, Vladimir Putin y cualquier político partidista de nuestro país. Todos ellos encarnan dicha premisa.
En ese reinante espíritu, la “blanquitud” solo exige del sujeto de rendimiento la interiorización del ethos capitalista, y que éste se manifieste en la apariencia corporal de los individuos de éxito, quienes blanqueados ascienden a las cumbres del poder económico, político, académico, cultural, artístico y el espectáculo. Para ascender en el trabajo, la academia, la política o la cultura el hombre deberá entonces blanquear su actitud, portarse bien, callar y “asumir el silencio que invisibiliza”, aconsejaría cualquier gris profesor universitario a sus alumnos. La condición del ascenso social en el hetero-totalitarismo es el blanqueamiento del deber ser.
El arquetipo antropológico de hombre del hetero-totalitarismo se sintetiza en el emprendedor; productivo, competitivo, de éxito, que parezca blanco, que no distingue entre lo legal y lo ilegal, eminentemente técnico, racional, inmoral, “anti-establishment”, oportuno, virtuoso, hiper-activo, dragmático. Este arquetipo se disemina hoy día en todos los ámbitos de la vida social y económica del capitalismo blanqueado; lo vemos ascender como tercera opción en las llamadas democracias occidentales (independiente, tecnócrata, frentista, radicalmente conservador, a veces nostálgico) lo observamos en la cúspide de los centros e instituciones globales y locales, azorando a millones de espectadores interactivos en las redes sociales, protagonizan escándalos sociales y mediáticos o se transforman en figurantes de mafiosos, asesinos seriales o seudólogos al servicio de los empresarios, sino es que en estrellas del espectáculo. Todos ellos y ellas cumplen con la demanda de la “blanquitud” neoliberal.
La “blanquitud” en la vida cotidiana se configura en la mentalidad y la ética que guía los diversos comportamientos de los agentes sociales, digamos, que la “blanquitud” neoliberal, produce un espíritu de época (Zeigest), en donde observamos diversas tendencias; blanqueamiento en tiempo real de la historia y los hombres históricos; blanqueamiento de toda huella de rebeldía cultural; blanqueamiento de los desaparecidos políticos o sociales, blanqueamiento mediante las técnicas fotoshop, En suma, el blanqueamiento significa en primer lugar una práctica de deserción social desaforada a la velocidad del tiempo real impuesta por las redes sociales, de la saturación que ciega mediante la luz de las pantallas. Significa blanqueamiento de las identificaciones y por lo tanto de la desaparición de todo sentimiento de culpa y responsabilidad. El blanqueamiento convoca a zombies y psicópatas.
Blanqueamiento civil
Por otro lado, los hombres comunes, los ciudadanos, los vecinos, los trabajadores precarios, los habitantes de nuestras sociedades, yacen enfrascados en una especie de aprendizaje continuo del “no ser nadie”, desertando de sí mismos ya que se consideran perdedores. De entrada están derrotados, asumiendo ser carne de cañón de las políticas de resiliencia estatal y capitalista. Todo habitante aprende a ser indiferente no solo de sí mismo, sino también frente a la historia o la memoria colectiva, sufre un cerco a su conciencia. La “blanquitud” es un estado de “ausencia de sí” mas o menos pronunciado, significa un cierto despedirse del propio yo vivo y sufriente, provocado por la dificultad de ser uno mismo, ya que no se puede ser sujeto de éxito económico y estatus. Es un perdedor que deserta de sí con el fin de buscar placer en tiempo real. Por lo tanto, el sujeto blanqueado desea éxito o desaparecer, deserta cuando logra su cometido para insertarse en la invisibilidad o la muerte en vida, de allí que la continua movilización emocional de masas le sea tan funcional al hetero-totalitarimo capitalista, sino véase el reciente superpuente vacacional de día de muertos en la Ciudad de México, en donde se escenificó una fiesta urbana carnavalesca, festiva, deportiva, sentimental, que produjo el olvido del dolor con todo y puño en alto, convirtiendo ese transito emocional en una fuente de ingresos a la industria del entretenimiento en nombre de los afectados del sismo del 19 de septiembre, la tendencia es que ese día se convertirá en una marca registrada. Y todavía, el hecho mas reciente, este fin de semana el gobierno de la Ciudad, a través del Instituto de la Juventud, organizó el festival de la juventud, en donde una multitud de poco mas de 120 mil consumidores aplaudieron a sus ídolos del rock, quienes contratados por el gobierno protestaron contra el gobierno. Lo cual solo demuestra que la resiliencia cultural como política de gobierno rinde dividendos en los procesos de despolitización.
En esa espectacularización del blanqueamiento continuo, el sujeto blanqueado asume una especie de entumecimiento, un dejar estar que nace de la dificultad para transformar las cosas. Se deja llevar por la vorágine de la vaciedad. En ese universo de control que se impone en el ambiente de nuestras sociedades hetero-totalitarias, es una paradójica voluntad de no poder, que transcurre en contraposición al si puedo exigido en el mundo laboral y educativo. Y lo es debido a que de un lado, el sujeto blanqueado se propone poder hacer lo que le venga en gana, y del otro, no puede rebelarse debido a que su energía libidinal rebelde ha sido neutralizada por su sobre-exposición al entretenimiento. Surge así un orden y un progreso blanqueador.
El blanqueamiento es un desprendimiento de la identidad, ya que el sujeto no pretende ser uno sino muchos, tal y como lo demuestra su muro en Facebook; es decir, está dispuesto a ser nadie pero con aspiraciones de inmortalidad. Esa forma de asumir el blanqueamiento de ser un sujeto vacío, banal, trivial lo lleva al no-lugar social en donde las constricciones impuestas por el medio ambiente capitalista desaparecen. Para el sujeto blanqueado todo esta permitido, no hay limites porque el espacio liso de lo social no tiene limites, es un sujeto en expansión a la velocidad del tiempo real. Así, en esos términos la blancura o el blanqueamiento es una voluntad de ralentizar o detener el flujo del pensamiento, de poner fin a la necesidad social de dramatizar en todo momento un personaje según los interlocutores presentes; por ese motivo, el sujeto blanqueado insiste angustiadamente en construir sus mejores selfi, en actualizar sus apps, en alimentar el GAFA (Google, Apple, Facebook, Amazon). Se empeña en ser auténtico y como sabe que no lo es, sufre, de allí que los comportamientos face to face sean violentos. En las relaciones sociales el sujeto blanqueado descarga sus tensiones acumuladas por la impotencia frente al espejo virtual, éste sabe que es nadie, y ojala que fuera como Bartleby, el personaje de Herman Melville, quien en algún momento “preferiría no hacerlo”, refiriéndose a su actividad laboral. Pero en este caso podría significar una rebelión frente al orden del GAFA y los gobiernos digitales.
Al parecer ahora se busca deliberadamente la blancura y la involuntaria invisibilidad mediante la sobre-exposición. No se busca identidad, se busca deshacerse de todas las limitaciones de la identidad para existir solamente en la mera vida. Asimismo, también existe la renuncia de sí: la autodisolución. Así como existe la desaparición forzada, también existe el blanqueamiento forzado, de quienes incluso buscan desaparecer pero humanamente como un derecho y no como objeto de la biopolítica criminal. Las masas silenciosas radican en el hogar de la indiferencia.
El hombre blanqueado se impersonaliza con el propósito de liberarse del peso de ser uno mismo. La historicidad en tiempo real pasa sin que el individuo sea partícipe de él, descargado como está de toda responsabilidad en la interacción. La indiferencia es una impasibilidad ante los acontecimientos, es más, detrás de la hiperactividad en las redes sociales se denota esa impasibilidad, ya que el “meme”, el comentario, la cita, el copia y pega, sólo son pasatiempos de una masa que intenta pasar el tiempo, hastiado y cansado de ser, se moviliza hasta que la consigna le llega; hoy asiste a un concierto de música, mañana a un evento deportivo, el fin de semana a un tianguis de la sustentabilidad organizado por alguna empresa de capital verde, traspasado mañana a un evento de solidaridad con los afectados en turno. No es la fuerza México, sino de la filantropía mediática que alimenta la máquina capitalista.
Esta desaparición de sí, a veces encuentra en el blanqueamiento cultural, es decir, en el consumo y el entretenimiento una opción de integración. Así, con una actitud blanqueada, miles de jóvenes optan por el emprendimiento hipster, organizan empresas, consultorías, organismos no gubernamentales, productoras de imagen, medios de comunicación vía Internet, diseñan, organizaciones filantrópicas, se vuelven artistas visuales y conceptuales, siempre bajo la consigna del emprendimiento y la auto-realización; son millennials. Muchos de los cuales obtienen altos ingresos, de tal manera, que transitan de ser roomies a propietarios de un pequeño lugar en los nuevos complejos habitacionales creados bajo el régimen del urbanismo blanqueador. Se convierten en un agente mas del blanqueamiento, con discursos del capitalismo sustentable y filantrópico; enredados con los poderes inmobiliarios.
En suma, el concepto-imagen polisémico blanqueamiento se refiere a todos aquellas formas de hacer sentir, ser, hacer y estar del individuo contemporáneo en las entrañas del capitalismo hetero-totalitario, el cual, sus propietarios ordenan la edificación de las infraestructuras que permitan a los restos humanos transitar a la tecno-utopía de un presente interminable, derramado de placeres y dolor indoloro.
* Este texto fue publicado originalmente en: http://culturasmetropolitanas.org agradecemos al autor y los editores el permiso para su reproducción.
Link original: http://culturasmetropolitanas.org/blanqueamiento-hetero-totalitario/
[1] Echeverría, Bolívar. Modernidad y blanquitud. Ediciones ERA. México. 2016.