Madre llegó a la cocina, abrió el refrigerador y sacó a papá congelado. Lo puso en el fregadero y se puso a cortar verduras en lo que la carne estaba lista. El guiso no era nada del otro mundo pero notábamos el esfuerzo que ella ponía. Cocinaba enamorada, nos dijo.
Después de comer, hablamos, hablamos mucho, hasta que nos cansamos. Bebimos mucha agua. Y sentimos por dentro un calor inusitado. Mamá dijo que era papá dándonos consejos desde el más allá.
Esa noche dormimos largamente como nunca lo habíamos hecho y soñamos, mi hermana y yo y madre una licuadora con un pájaro adentro.
Mi cuerpo es un templo, pero no dejo que enciendan veladoras, podrían provocar un incendio. Al fondo hay una caja de vidrio, una caja mortuoria, un hombre de cabello largo, como rockero, vestido de terciopelo, herido de muerte y sangrante te mira con ojos bien abiertos. Pobre, ni en la muerte le cerraron los ojos, ni lo cubrieron. Yo lo vi por primera vez a los 6 o 7 años en la Catedral del Zócalo. Ahí se me terminó lo que tenía de religión. Mi madre insistía: Anda, bésalo y yo conocí el terror. El amor nunca debe ser instigado, se convierte en otra cosa, aversión, por ejemplo. Las madres existen porque son metáforas de un gobierno controlador. Pero que te aman claro, sólo que confunden amar con atosigamiento. Si muchos pensaran más seguido en sus madres, créeme, no tendrían hijos.
Yo también odio. Lo que sucede es que luego olvido qué. Pero el odio permanece, sin bajar la guardia, debajo de lo otro, lo visible.
Ver a ese hombre entrenar era mi mejor espectáculo: pesas, cuerda, saltos, gimnasia. Pensé que era joven y fantaseé con él. Puro músculo, piernas torneadas. Su concentración en su cuerpo era profunda. Ese modo de estar en el presente. Fingí acercarme a la máquina de refrescos para verlo mejor. Debía de tener más de 50 años. Su cara era dura, contraída en el esfuerzo. Pero su cuerpo podría ser de un chico de unos veinte y pico. Me miró. Sudaba. Fingí no ver que me veía y seguí mi camino, espalda recta, ojos al frente, pecho hacia atrás, como un nadador cansado.
Imagen: RonitBaranga