Poesía desde una visión desencantada del mundo, que nos habla de la fragmentación, de la caída en picada de un mundo en el cual nos quedan pocos asideros, pocas verdades supremas a las cuales aferrarnos. Poesía que nos habla del desencanto, de la ametralladora, la velocidad, el desenfreno con los que la publicidad y el capitalismo nos arrincona, nos presiona, nos obliga a olvidarnos de nosotros mismos para convertirnos en unos zombies, en seres que pierden su identidad y se vuelven meros consumidores, seres a los que nos han hecho creer que somos el centro del universo para en realidad transformarnos en seres alienados, aislados, meras sombras de nosotros mismos.

Eso (y más) es lo que encontré leyendo el libro Eslóganes de la poeta rusa María Sudáieva, nacida en la ciudad de Vladivostok en 1954, de padre ruso y madre coreana, y que pasó parte de su vida viviendo entre Corea, China y, sobre todo, Vietnam mientras su padre trabajaba en esos países. Sudáieva también pasó parte de su juventud en instituciones psiquiátricas, lo cual la hizo muy sensible al mundo de la enfermedad mental, ligado a un mundo totalitario fantasmal y a una reflexión descarnada y sin complacencias sobre el socialismo real en el que fue criada. Esa crítica frontal al sistema político comunista la llevará a reprochar también a los cambios políticos sufridos tras la caída de la Unión Soviética y al régimen chovinista y corrupto que se instalará posteriormente en Rusia, y que lo único que propone es un capitalismo salvaje, entregado a los oligarcas y en donde la ley del más fuerte se instala, dejando en la indefensión a los más pobres y desfavorecidos, entre los que podemos contar a muchas mujeres, en especial del sur de Rusia.

En el libro Eslóganes de María Sudáieva, publicado por la editorial Sur+ recientemente, nos encontramos con un texto introductorio del escritor y traductor ruso Antoine Volodine, en el que se exploran algunos elementos biográficos de la autora que nos dejan entrever  elementos de una personalidad que al parecer fluctuaba entre la actividad y la reflexión política y una profunda decepción y separación del mundo en el que habitaba. Una personalidad que le permitió generar una asociación de asistencia informal para las mujeres del sur profundo de Rusia que eran sustraídas por las redes de tráfico de personas para ejercer la prostitución en burdeles, casas de citas y table dance en todo el sureste asiático: Hong Kong, Macao… Un esfuerzo que la enfrentaba directamente con las mafias enquistadas en el poder político de su país de origen. Mafias sanguinarias, oscuras, que generan sus ingresos millonarios a través de la esclavitud moderna, ya que la prostitución es una actividad profundamente cruel, pues le niega a la víctima su calidad de ser humano. Los tratantes de personas buscan convertir a la persona en mercancía, en mera producción, y para ello intentará borrar toda identidad, toda huella. Un proceso que involucra a la psique de la víctima. A la que se le dice que su palabra, su voz, ya no existe. Que se ha convertido en una mercancía más, un eslogan más.

 

 

Siguiendo con Volodin, la autora consideraba que las perspectivas de futuro para los países de la ex Unión Soviética eran completamente negras. Y sí pensamos en el Krokodile, en Putin, en Siria, en los hackeos rusos, pero también en los muchos table dance de nuestro país en los que las mujeres del este de Europa siempre están presentes, nos damos cuenta de que no estaba muy equivocada:

“…la delincuencia organizada no cesaría de fortalecerse; se derrumbaría la sociedad, se dispararían los nacionalismos; regiones enteras se sumirían en la violencia.” Nos comparte Volodine. Y aquí podemos leer algunos versos de Eslóganes que nos hacen pensar en el futuro que de repente se ha convertido en un presente ominoso:

 

“130. SI ESCUCHAS A LA PÍCARA LUZ ¡PON ORDEN A TU MIRADA!

131. CUANDO ESCUCHAS LA ALARMA ¡PON ORDEN A TU LIVIDO NOMBRE!

132- ÚNETE A LOS QUE TRAICIONAN ¡PON ORDEN A TU PEGAMENTO

PERFECTAMENTE!”

Nos  encontramos ante una poesía que expone con total sinceridad el dolor y  la violencia que nos consume como personas, como sociedades. Sudáieva las supo ver antes de tiempo, antes que nosotros.

Pero la poesía de Sudáieva también entremezcla un humor fino con la violencia de las órdenes. Una poesía que no descansa hasta dejar en claro que la contradicción es el eje central del ser humano. Somos seres que profundamente débiles, profundamente necesitados de atención, de cariño, pero que, sin embargo, vivimos obsesionados por el orden político y social, que suponemos nos antecede y nos supera. Un orden que en estos momentos de caos, de desorden psicosocial en el que vivimos, atribuimos a conceptos superiores: Patria, Nacionalidad, Dinero, Poder, Gloria, Familia, Religión.

 

La poesía de Sudáieva nos deja claro que la fragilidad es la realidad humana. Una realidad que buscamos evitar, que buscamos olvidar a través de esos ordenes, que en el fondo y al final sólo nos están encerrando en una soledad ontológica, una soledad dominada por las mentiras, por los odios, por los separacionismos: ustedes versus nosotros. Aunque ese nosotros, esa idea de nosotros, no tenga mayor asidero. Un nosotros que es en realidad una falacia, una fantasía que alimentamos a partir de esas ideas de que hay motivos superiores a nosotros mismos. Esa fantasía de un pasado ordenado, triunfante, vulgarmente poderoso, que nos deslumbra, pero que en realidad está basado en fantasías.

Fantasías de orden y de progreso alimentadas por oligarquías sedientas de poder. Hombres como Putin y Trump son el resultado de los miedos que Sudáieva deja en claro en su poesía. Hombres oscuros que se alimentan de los miedos más profundos de sociedades construidas a partir del odio y el miedo a lo diferente.

Sudáieva se enfrentó a las mafias rusas, pero tal como nos cuenta Volodine, también se dedicaba a escribir lo que bautizó como sus petites proses:

 

“   47. ¡SILENCIO NOCTURNO DEL DAÑO Y NADA MÁS!
48. ¡DAÑO, BRISA, ENTRA EN LAS RESINAS ¡APÁGATE!
49. HUMAREDAS NEGRAS, LLUVIAS NEGRAS, SILENCIO NEGRO, Y LUEGO ¡NICHIEVO!
50. EN LAS RESINAS TE LLAMAS SILENCIO FINAL!

 

Al final, desencantada, enferma, agotada física y psicológicamente, decidió suicidarse. Y su hermano, Iván, le entregó a Volodine los textos que María había escrito mezclando el ruso y el francés indistintamente. Al final de su vida, María había iniciado un trabajo de revisión de su libro con la intención de aclarar algunos pasajes, pero también con la idea de que los poemas se transformaran en “un solo torrente continúo”. Un torrente potente, poderoso, como un río caudaloso, que al mismo tiempo quema y purifica al lector, debería agregar.

 

 

La poesía de Sudáieva nos refleja un ardor, una pasión por la vida, que se desbordaba. Su desconfianza del poder y de los poderosos me dejan entrever que hay en sus versos una intensa necesidad por entender-se y enteder-nos; comprende la fragilidad y complejidad del ser humano. Preguntarse cosas también puede ser entendido como ahondar la herida, escarbar en ella. Pero si no comprendemos que nuestras heridas son, en muchas ocasiones, lo que nos conforman, nos constituyen. Somos nuestras heridas, pero, tal vez más allá, somos heridas. Y es justo el poder político quien, por medio de la profundización del temor al otro, la profundización del miedo al otro, movilizando así el odio y los sentimientos nacionalistas chovinistas que crecen por todos los rincones del mundo y exacerban las tensiones entre las naciones, mientras las grandes mafias de explotación de seres humanos, como las que promueven la prostitución, extienden sus ramas por el mundo entero. Sudáieva hablaba del futuro cuando le contaba a Volodine sobre sus negros presagios sobre Rusia. Un futuro que ahora está aquí presente y que las redes sociales con este impulso por centrarse en nuestro discurso nos hacen creer que es el único real, el único que importa. Sudáieva ya nos hablaba del peligro de la soledad, de esa soledad que nos consume y nos rodea, a pesar de que nos pasamos el día conectados a redes sociales.

La poesía de María Sudáieva exhala pesimismo, miedo al futuro y miedo a los ogros negros que habitan nuestra alma. Pero también existe una visión optimista sobre el futuro, sobre la necesidad del acompañamiento para que ese futuro negro no nos queme, no nos consuma por completo:

 

341. ¡PRONTO ABRIRÁS LA PUERTA!

342. ¡PRONTO DORMIREMOS JUNTOS!

343. ¡LOS MALOS DÍAS ACABARÁN!

 

 

 

http://surplusediciones.com/